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Un nuevo fenómeno llegado a Madrid ha hecho que las relaciones entre propietarios e inquilinos sean más fluidas. Se trata del boom del precio del alquiler lo que ha aumentado la comunicación entre ambas partes. Lo que antes eran llamadas esporádicas para ciertas reparaciones o renovaciones tácitas de contratos hoy se han convertido en advertencias telefónicas, mails y, la modalidad más efectiva, el burofax. Lo curioso es que ese incremento de las comunicaciones no es agradable para nadie, pero mucho menos para los inquilinos.
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